La
agricultura ecológica, orgánica o biológica, es un sistema para cultivar una
explotación agrícola autónoma basada en la utilización óptima de los recursos
naturales, sin emplear productos químicos de síntesis, u organismos
genéticamente modificados—ni para abono ni para combatir las plagas—ni para
cultivos, logrando de esta forma obtener alimentos orgánicos a la vez que se
conserva la fertilidad de la tierra y se respeta el medio ambiente. Todo ello
de manera sostenible, equilibrada y mantenible.
Los principales objetivos de la
agricultura orgánica son la obtención de alimentos saludables, de mayor calidad
nutritiva, sin la presencia de sustancias de síntesis química y obtenidos
mediante procedimientos sostenibles. Este tipo de agricultura es un sistema
global de gestión de la producción, que incrementa y realza la salud de los
agrosistemas, inclusive la diversidad biológica, los ciclos biológicos y la
actividad biológica del suelo. Esto se consigue aplicando, siempre que sea
posible, métodos agronómicos, biológicos y mecánicos, en contraposición a la
utilización de materiales sintéticos para desempeñar cualquier función
específica del sistema. Esta forma de producción, además de contemplar el
aspecto ecológico, incluye en su filosofía el mejoramiento de las condiciones
de vida de sus practicantes, de tal forma que su objetivo se apega a lograr la
sostenibilidad integral del sistema de producción agrícola; o sea, constituirse
como un agrosistema social, ecológico y económicamente sostenible.
Usualmente, existen tres prácticas
más comunes que los campesinos vienen adoptando con rapidez en los últimos años
en el medio de sus cultivos, en la búsqueda de maximizar los recursos locales
de que disponen al interior de sus propiedades, predios, parcelas, fincas o en
las comunidades rurales donde habitan.
Estas tres prácticas son: Los Abonos orgánicos
fermentados aeróbicos tipo bocashi, la preparación de Biofertilizantes a base
de mierda de vaca y los Caldos minerales. Como innovación, en los tres temas se
incorpora la utilización de la harina de rocas, como otra práctica fundamental
para la regeneración mineral de los suelos cultivados que se encuentran
cansados.
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